Plétorico, cuento consciente
«Plétorico», mi segundo Cuento Consciente
A través de los Cuentos Conscientes, te ofrezco una herramienta fácil, pero a la vez poderosa. Auxiliándote en ella, podrás hacerte cargo de tu propio proceso de coach.

Pletórico

Cuento consciente

—¡Estás pletórico! —aseveró Inés, y Roberto la miró incrédulo.

En los días sucesivos, otras personas le decían las mismas palabras.

Al principio, Roberto no se tomaba en serio la frase, ni se molestaba en responder; estaba muy ocupado, y tal vez, hasta preocupado por su vida. Si acaso respondía lo hacía con una leve sonrisa, mezcla de incredulidad y burla. Día tras día, fue familiarizándose cada vez más con la frase; tanto, que ya empezaba a regalarle una amplia sonrisa a quienes le halagaban.

—¡Estoy pletórico! —dijo un mes después al despedirse de Inés.

Roberto había vuelto a la vida. Atrás dejaba aquella temporada de preocupaciones, cuando se encerró en su casa varias semanas y no se dejaba ver. No respondía a las llamadas telefónicas de nadie; ni a las de Inés, con quien tenía planes de boda. En aquel encierro tuvo sueños recurrentes, que pronto se convirtieron en pesadillas.

—No sabéis lo que os va a pasar cuando salga de aquí —decía desesperado en su pesadilla, encerrado en el interior de un ascensor, mientras escuchaba a sus vecinos subir y bajar por las escaleras, riendo a carcajadas.

Sumergiéndose más en su pesadilla, veía venir hacia él, una multitud de personas manifestándose. Entonces huía despavorido. A su fantasía noctámbula, también acudía Inés, su novia, llamándole al timbre de su casa; pero él se escondía.

Normalmente, en este momento acababa su pesadilla, pues tras el imaginado timbrazo se despertaba de golpe; pero esta vez, continuó durmiendo. Soñaba que iba a buscar ayuda de Pablo, un amigo psicólogo. Enseguida quiso contarle detalladamente el tormento que, según él, le estaban haciendo vivir: por una parte, sus vecinos; por otra, la muchedumbre que lo perseguía y, por último, el plantón a Inés.

En todos los casos, Pablo le interrumpía y le hacía desandar el camino hasta su casa.

La primera vez, le sugirió, pedirle por favor a sus vecinos que lo rescataran del ascensor. Enseguida lo liberaron. Volvió a la consulta, y otra vez fue rechazado; esta vez, lo mandó a escuchar la multitud. Cuál no sería su asombro al escuchar, que la muchedumbre entonaba “Oda a la alegría”. Regresó a la consulta de Pablo, convencido de que esta vez, no lo rechazaría y le prestaría su ayuda; por aquello de que “a la tercera va la vencida.”

—¿Inés? —exclamó más que preguntó Roberto, y continuó preguntando con asombro frente a la consulta de Pablo—. ¿Qué haces aquí?

—Nada…, te estaba esperando; sabía que tarde o temprano vendrías hasta aquí —contestó Inés.

Roberto escuchó vagamente, estas últimas palabras de Inés, sentándose en la cama en una confusión de realidad y sueño. Se quedó unos minutos reflexionando.

—¿Y ahora que explicación le doy a Inés, si es que la veo? —dijo para sí, y continuó musitando—. Le diré que había estado encerrado voluntariamente hasta resolver mis problemas, que al final no eran tales; descubrí que…

—Hay que ser impecable con las palabras —y continuó pensando—, no hay que tomarse nada como personal —siguió su reflexión—, tengo que hacer lo máximo posible para salir de mis problemas —concluyó.

Algo había cambiado dentro de él. Esta mañana ha sido diferente, su pesadilla no había quedado inconclusa. Ya despierto desayunó, se aseó y se dispuso a volver al trabajo. Tan sólo poner un pie en la acera, allí estaba Inés, esperándolo frente a la puerta. Sin terminar de saludarla, empezó a contarle sus nuevas convicciones, para terminar, diciéndole:

—Supongo que no me crees—dijo él en tono de ruego, mientras ella reía—, sabía que no me perdonarías—decía desesperándose, entre tanto, ella continuaba riendo y negando con gestos.

—Claro que te creo y te perdono—le dijo, y sacó de su bolso un libro envuelto en papel de regalo; se lo entregó a Roberto.

—“Los cuatro acuerdos”, Miguel Ruiz —leyó él en la portada, y quedó obnubilado al leer en la contraportada que el libro trataba de las conclusiones a las que él había llegado.

—Cuando lo leas encontrarás el cuarto acuerdo: no hacer suposiciones aseguró y agregó— me lo sugirió Pablo, ayer estuve en su casa.

—Y él en mi sueño de esta madrugada —comentó Roberto, y continuó reflexionando— ¡Qué casualidad! Hace tiempo que no sé nada de él —dijo, y quedó en silencio por unos segundos; luego anunció—: Lo llamaré esta noche. Tengo que contarle mi sueño.

Ya en la tarde, convencido, pronunciaría las palabras mágicas.

—¡Estoy pletórico!

Plétorico

Invitación a la reflexión

“Si siempre haces lo mejor que puedes, nunca te recriminarás ni te arrepentirás de nada”. Miguel Ruiz
    1. Después de leer este cuento, ¿ con qué personaje eres capaz de
      identificarte en cuanto a la actitud ante la vida?

 

    1. Estos acuerdos, a los que hace referencia el relato, ¿En qué medida son útiles para tu vida? Si, aun no conoces el libro, “Los cuatro acuerdos”, de Miguel Ruiz te animamos a que lo leas y nos compartas tus reflexiones. En cada persona, está la capacidad de poder tomar las decisiones propias, de elegir quien quiero ser, que debo hacer, en quien creer y lo que me hace sentirme en plenitud.

 

  1. “Si siempre haces lo mejor que puedes, nunca te recriminarás ni te arrepentirás de nada”.

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María José Pont Sanjuan
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