Pensemos que la responsabilidad comienza cuando, haciendo uso de la libertad, piensas, dices, haces…, lo que deseas. Esta acción, acarrea consecuencias, tanto positivas como negativas. El resultado de nuestros actos alcanza a todas las personas, incluso a otras menos próximas. Esto, no quiere decir que seamos responsables de la reacción de aquellas personas.
A su vez, quienes reciben el impacto de nuestros actos, tienen la posibilidad y libertad de reaccionar, tomarse o asumir esa acción de disímiles maneras; convirtiéndose así en responsables. La actitud ajena no forma parte de nuestra responsabilidad. A su vez, no les puedo hacer responsable de mis reacciones ante sus actos. O sea, la responsabilidad siempre será individual e intransferible.
Así mismo, no podemos persuadir, disuadir u obligar a otra persona para que haga o deje de hacer algo. En tal caso, la estaríamos manipulando y tratando de conformar o convertir su vida a nuestro gusto y antojo. Esto, tampoco nos exoneraría de responsabilidad. Nos volverían de vuelta consecuencias, si es que alguien acepta o cede a nuestra artimaña. En tal caso, también se convertiría en responsable de su decisión.
Respecto al compromiso, es esa promesa que haces ante otra persona, esa expectativa que creas respecto a ella. Es posible variar un compromiso, cambiarlo a conveniencia. Por eso, es tan difícil comprometerse en cualquier ámbito de la vida. Para comprometerse, debemos asumir previamente la responsabilidad del acto. O sea, el compromiso, puede ser la consecuencia y el sostén de una actitud responsable. El compromiso no deja de ser una acción que emprendes, por tanto, volvemos a la responsabilidad.
El deshacer un compromiso, por grande o pequeño que sea, es una opción de mejora o rectificación, a conveniencia propia. Ha de practicarse con responsabilidad, siendo consciente del ejercicio de tu capacidad y libertad de decisión. Al decidir romper un compromiso es aconsejable sopesar y ser conscientes de las pérdidas y las ganancias. Previamente, debes haberte hecho responsable, que no culpable, de las consecuencias, o también merecedor de las mismas, según el caso.
El compromiso, es un acto de tanta responsabilidad, que es mejor tomarse su tiempo para adquirirlo.
¿El compromiso…?
¡Qué responsabilidad!